"Los Abuelos", nacieron allá por 1967. Miguel Angel Peralta relata los comienzos de la banda en el libro "Tanguito, la Verdadera Historia" de Victor Pintos de la siguiente manera
"Los Abuelos de la Nada nacieron en un día que acompañé a Pipo
Lernoud a arreglar los papeles de sus obras Ayer Nomás y no me acuerdo
cuales otras más a la compañía Fermata que pertenece a Ben Molar, el
señor Brenner.
Recuerdo que el señor Brenner tenía una oficina con alfombras
gruesas donde yo ponía mi pie y mi pie se hundía graciosamente. Con
aire acondicionado, en esa época, y escritorio fastuoso. Yo entré, vi
todo verde, un clima raro, me sentía extraño, y me quedé en un
rinconcito a mirar como circulaban los papeles y las firmas y las
promesas.
Ellos se habían olvidado de mí por un rato, pero de pronto me
descubrieron, y me miraron. Y el señor Brenner, este señor Ben Molar,
me preguntó: "¿Y vos que hacés? ¿Vos tenés un grupo?". Me dio
la respuesta, te darás cuenta. Bueno, yo siempre fui un propulsor de la
verdad, pero la mentira la tengo en la punta de la boca para lo que
haga falta, es una herramienta. Entonces le dije "Si, tengo un grupo". El tipo se alarmó porque fui demasiado rápido. Me dijo "¿Y cómo se llama?".
Mi computadora, que caminaba muy rápido, sondeó el fondo de mi alma y
encontró una frase del gran Leopoldo Marechal (...) Esa frase del libro
El banquete de Severo Acángel decía: (...) "Padre de los piojos, abuelos de nada".
Una frase que me pegó mucho. Pintó esa frase, y así como me vino la
puse en la palma de mi lengua. Y se la puse ante las orejas de Ben
Molar, que inmediatamente descubrió un crack en su personalidad. Hizo
crack, algo se contorsionó en él como si agarrás una tortuga con un
anzuelo y la levantas. Se contorsionó inmediatamente y me dijo "tienen hora de grabación dentro de tres meses en CBS Columbia. Averigüen el horario, su productor va a ser Jacko Zeller".
Yo no tenía lapicera no me moví del lugar. Pipo anotó rápidamente
como buen amigo y buen aliado que era. Terminó la reunión, le di la
mano y nos mandamos a mudar. Ahí le dije a Pipo: "¿Te das cuent