martes, julio 26, 2011

En defensa de Buenos Aires

Alzo mis dedos I


¿Cuál es el sentido de este grupo de escritos? No vivo en BsAs y no me crié en esa ciudad. Tengo su acento y mi partida de nacimiento apunta a un oscuro hospital del sur de la ciudad. Muchas horas de viaje en sus colectivos y subte, caminatas por sus calles a horas y deshoras.

Ahora en este mundo pequeño, esta pequeña tierra media de torres y adoquines acodada al barro sucio del río como mar ¿qué es lo que está pasando que alzo mis dedos? No mi voz ni mi cuerpo sostendrá el embate. No hay una reja donde abrazarme mientras los ángeles batallan por mi ciudad, no es mía tampoco el alma en disputa. Un espíritu amarillo como la antigua peste recorre sus calles, infla profilácticos sin uso para diversión de los sencillos. Una ira antigua, subterránea viene de bien adentro de la tierra y embarcada en los ríos pardos. Un viento del sur trae penumbras a su cielo de smog, un río de desdichas navegas sus calles y se alegra.

Tal vez cuando alzo mi mirada al Oeste luminoso y al norte ominoso pienso en lo que dejé. Entonces releo a los poetas que la dijeron y los invoco en su defensa. Y antiguo dios de los ejércitos veta el llamado a los espíritus pero no conozco otro hechizo que pueda mostrar lo que supo ser el alma de la ciudad, que hoy agoniza ahorcada de frivolidad, negociados, olvido y palos. Tiendo la mano y los convoco porque hoy:

¡Ay la ciudad abierta!
Ay la ciudad confiada que saca por la noche, para hamacar la luna,
sus sillas a la puerta!
Ay de tí, buenos Aires, que llega a pretenderte, con sus ojos azules
y su piratería,
El visitante rubio que ni siquiera sabe saludarte llamando:
Ave María!
Pero acaso podría triunfar contra el destino de la ciudad predestinada
Toda la piratería y los ojos azules de la gringada?
Porque no era posible que una ciudad fundada contra el hambre
y el fuego
Se entregara con las manos atadas al capricho del primer pirata
palaciego.
Ay de ti, buenos Aires! Ay de la firme doncella de la antigua
cruzada!
Que te me estás poniendo demasiado señora acomodada!

Ignacio Anzoátegui, Las invasiones inglesas
Citado por Horacio Salas en “La poesía de Buenos Aires”,Pleamar, Buenos Aires, 1968

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