sábado, diciembre 31, 2011

Kawabata - Lo Bello y Lo Triste


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¿Crees que se refleja mejor en un cuenco de sake?preguntó a su vez Keiko, mientras se sentaba a los pies de Otoko. Sea como fuere me gustan los colores que hay esta noche en el jardín.
¿Sí?dijo Otoko y se asomó al jardín. Trae un almohadón, ¿quieres? Y apaga las luces de adentro.
Desde la galería del estudio sólo se veía el jardín interior del templo; la residencia principal interrumpía la vista. Era un jardín oblongo, no muy artístico; pero la Luna bañaba aproximadamente la mitad de su superficie, de modo que hasta las piedras lucían colores variados por efecto de las luces y sombras. Una azalea blanca parecía flotar en la oscuridad. El arce rojo que se levantaba cerca de la galería aún tenía hojas tiernas, pero la noche las oscurecía. En la primavera, la gente solía tomar por pimpollos las yemas rojobrillante de aquel árbol y preguntaban qué flor era ésa. Otra característica del jardín era la profusión de musgo pilífero.
¿Qué te parece si preparo un poco de té nuevo? –propuso Keiko.
Otoko seguía contemplando aquel jardín que le era tan familiar, como si no estuviera habituada a verlo a todas las horas del día. Permanecía sentada, con la cabeza ligeramente gacha, preocupada, con los ojos fijos en la mitad del jardín bañada por la Luna.
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